Lluvia, niebla, viento y sol radiante. Otra jornada memorable.
La Transcabrera nos ha deparado de todo, incluido el cambio de planes obligados por las circunstancias.
De salida -hoy lo hemos hecho desde la casa de nuestro anfitrión Gerardo, en Mojácar- un chispeo que nos ha acompañado hasta el inicio de la subida hacia Cortijo Grande.
A priori, la situación no se presentaba muy favorable al pedaleo. Si a cualquiera de los "siete magníficos" de hoy -Gerardo, Paco Pérez, Fran Haro, Domingo Parra, Pedro García, José Miguel Silverio y Paco Fdez- se le hubiera ocurrido poner algún pero a continuar la ruta, no sé que hubiera ocurrido.
La verdad es que en el trayecto hacia Turre todos los conductores con los que nos hemos cruzado han tenido la "deferencia" de saludarnos con "pitorreo".
¿A dónde irán estos "guiris" con la que está cayendo debían pensar.
Iniciada la subida hacia Cortijo Grande, cesa el chispeo y aparece la niebla, un elemento que nos acompaña, en mayor o menor medida, tanto en la vertiente de ascenso hacia el collado de La Mezquita como en el descenso hacia La Adelfa.
¡Perdidos en la niebla! Hay momentos en que nos somos capaces de ver -me atrevo con una licencia literaria- más allá de nuestras narices.
Poco a poco, cada cual a su ritmo, no podía ser de otro modo, los jóvenes tirando del carro en tanto que la "segunda juventud" -Gerardo et moi- custodiando la cola, nos presentamos en la fuente de La Carrasca.
Tiempo para el avituallamiento, el cambio de aguas y alguna que otra foto aprovechando que la niebla no nos impide hacerla y como quiera que el sudor se enfría en nuestra piel y el viento comienza a desperezarse no nos queda más opción que retomar el tramo final de subida.
La niebla se vuelve protagonista: bikers "perdidos" en la niebla. Resulta difícil localizarnos más allá de la treintena de metros.
Alcanzado el collado de la Mezquita, por encima de los 800 metros, comenzamos nuestro descenso por las ruinas de La Cufría hacia La Adelfa y El Sopalmo.
La niebla nos sigue acompañando y el viento de "poniente" en alguna que otra zona comienza a manifestarse en toda su magnitud.
Algún que otro traqueteo, alguna que otra sensación de pérdida de la estabilidad por un camino que, si bien ha sido reacondicionado en toda su extensión, no presentaba su mejor cara para descender sin temor a "salirte" en las curvas o dar con tu cuerpo en tierra.
Claro, hablo de mí. Para el sexteto de cabeza, a tenor de lo visto, no han existido dificultades y han descendido hacia El Sopalmo como rayos. ¿Será que me estoy haciendo mayor?
Llegados a El Sopalmo, sol deslumbrante, reagrupamiento y foto "automática" y mira por dónde acabo de descubrir que el automatismo no ha querido saber nada del enfoque y ha salido "un churro": unos reconocibles y otros...
Optamos por bajar por la rambla de Macenas y... todos al agua para poder salvar un "charco". Si no nos habíamos mojado al inicio de la jornada, ahora hemos metido la pata hasta "los garrones".
Total, para lo que queda, qué más da.
La superficie de rodadura de la rambla se encuentra en su punto: compactada y con el nivel de humedad requerido para "volar" y en un pis pas nos topamos con el mar y el castillo de Macenas.
En este punto, giramos a la izquierda y nos adueñamos del asfalto que continuaremos hasta Pueblo Indalo, lugar en el que Gerardo, oficiando de buen guía turístico conocedor del "trastero" Pueblo Indalo, pone rumbo hacia Mojácar a través del camino de la Marina - ruta alternativa para evitar los controles de... los fines de semana por parte de los agentes del orden público.
Y de este modo, nos presentamos en Mojácar.
Las condiciones meteorológicas han vuelto a cambiar de nuevo: el sol nos abandonó y nos tememos que antes de regresar a casa de Gerardo nos pueda sorprender un nuevo chispeo.
Visita obligada a la popular fuente de Mojácar: un traguito de agua - muy buena para la salud a decir de Gerardo, para dar "empaque" certifico yo - y lógicamente la foto pertinente, labor en la que colabora gustosamente un "aguaor" ecuatoriano.
Y, a pedalear de nuevo. Ya sólo queda el último escollo de la jornada: Quinientos metros de rampa. Los que separan la carretera de Turre de la casa de Gerardo.
¡No me extraña que Gerardo esté fuerte! Con estas rampas de molinillo o te pones fuerte o te "desapuntas" de la BTT.
Al final, según mi GPS -hoy algo loco en la catalogación de las rampas- hemos recorrido 46.3 kms. en un tiempo -excluidas como siempre las paradas- de 3:11:49, a una media de 14.5 kms/h.
Pero lo mejor de todo, sin lugar a dudas, las vivencias acumuladas en ambientes tan desapacibles.
Y que nadie olvide que la Transcabrera, tal y como estaba prevista, sigue en pie.