Así es. En tanto no revierta su lamentable estado, no vuelvo a pedalear por este paraje por el que tiempo atrás disfrutaba descendiéndolo en toda su extensión.
La tormenta caída el pasado 28 de septiembre ha dado al traste con lecho del tramo alto de este barranco.
Piedras, socavones, rocas, cortes, tierra y arena desaparecidas lo han dejado intransitable máxime cuando uno no baja con la decisión y confianza que tan lamentable aspecto demanda para no dar con los huesos en el suelo.
Bajar por el barranco de los Mahomas ha sido una decisión que se ha tomado demasiado a la ligera, pero a lo hecho pecho.
La experiencia, no obstante, ha sido gratificante en el sentido de que nos ha permitido concienciarnos de que por muchas notarías y registros de la propiedad que haya el único propietario y hacedor terrenal, sin lugar a dudas, es el agua celestial.
De nada ha servido que los "propietarios" de las fincas aledañas a la rambla hayan intentado adueñarse de esas tierras -pecado mortal fielmente reflejado en los mandamientos de la ley de Dios "no codiciarás los bienes ajenos"- porque la furia desatada por el agua ha terminado poniendo las cosas en su sitio: bancales de almendros en plena rambla, arramblados...
La jornada matinal del sábado se presentaba particularmente inestable: algún que otro nubarrón por el noroeste, rachas de incipiente poniente.
Aún así decidimos poner rumbo hacia el noroeste, transitando el camino -otrora carretera- de servicio paralelo a la carretera de Pulpí a Huércal Overa.
A la altura de Semilleros Ferybel descubrimos los desastres de la "ramblada" de Las Norias.
Los dos puentes -el viejo de la antigua carretera y el nuevo viaducto- aparecen completamente destruidos.
Alguien, al cabo de un mes, ha acondicionado provisionalmente el paso hacia Huércal Overa creando y asfaltando un badén -inicialmente cerrado al tráfico de vehículos.
Nosotros dejamos de lado la valla metálica que corta el paso y enfilamos parsimoniosamente la subida de la cuesta de los Valeros.
Salvada la cuesta comenzamos a vislumbrar nubes amenazantes que se ciernen sobre Las Norias, Las Labores y Úrcal.
La presencia de algún que otro arcos iris -hasta dos simultáneamente pudimos apreciar- delata que la lluvia no está muy lejos de nosotros.
Al paso por Gacia comenzamos a sentir las primeras gotas y al coronar la cuesta de llegada a la gasolinera de San Fco. las gotas se intensifican.
Nos refugiamos en la gasolinera y durante unos minutos le damos algo de palique a José Mª, atareado en su labor de repostaje "energético".
De aquí, rumbo al paraje de El Rincón. Aquí, a tenor de los desastres que se nos ofrecen a la vista, debió "diluviar.De la ascensión hasta el Cucharón sólo cabe destacar el pequeño aguacero que nos acompañó en un tramo, circunstancia que aprovechamos para detenernos al amparo de un pino, cambiar las aguas y dar cuenta de alguna que otra vitualla.
Era la primera vez que mi Scalpel subía El Cucharón y no sabía como se comportaría el "compact" con las rampas del 20%.
Una vez más, el sistema funciona. Sin problemas hasta coronar los más de 700 metros de altura.
El viento que sopla en la cima nos recomienda que no perdamos mucho tiempo, que no se enfríen los cuerpos y tras la foto "automática" de rigor, rumbo hacia el barranco de los Mahomas.
De lo sufrido en este tramo poco más que contar.
Eso sí, una vez y no "mahomás".
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