domingo, 17 de agosto de 2014

Medio centenar de "demonios" en el "Infierno" de los Filabres

Fiel a su cita anual, "los demonios" volvieron a su hábitat, al "Infierno" de la sierra de los Filabres con objeto de "disfrutar" de una noche mágica a la par que endemoniada de senderismo organizada por la Asociación de Senderismo y Actividades Culturales de Bacares.
Momentos previos a la salida
Algo más de medio centenar de demonios y demonias andarines tomaron parte en esta convocatoria, la VIII edición -la II con el formato de ruta circular con salida y llegada en la plaza de Bacares.  

Salida desde la plaza de Bacares
En torno a las 20.20 horas del pasado sábado comenzaba una aventura pedestre nocturna que habría de prolongarse en el mejor de los casos durante unas interminables 10 horas -más de 12 horas para los menos impacientes en acabar los más de 52 kms. del recorrido registrados en mi GPS.


Transitando por el cauce del río Bacares
Con el abandono de las últimas luces del día,  en el Km. 6.5 de la ruta, coincidiendo con el cruce de la carretera de Purchena a Bacares, se produce el primero de los tres reagrupamientos contemplados por la organización.
Últimas luces del día
A partir de aquí, por pista forestal, la luz del día cede su protagonismo a las luces de los frontales y linternas individuales y comienza la paulatina ascensión hacia el techo de la ruta, la cota 2122 del entorno del cortafuegos del Calar Alto.
El primer alto nocturno obligado, segundo de los reagrupamientos previstos, se produce en el área recreativa de El Layón, superados los 11 kms. recorridos.
A estas alturas, el grupo ha transitado a buen ritmo como lo pone de manifiesto la media alcanzada: 5.3 kms/h.
Repostando energía para afrontar el segundo tramo
El siguiente tramo de la ruta nos condujo hasta el entorno minero de Las Menas de Serón, punto que se alcanzaba a las 12 de la noche.
Se llevaba recorrida la primera veintena de kms. del trazado.
Tal y como sucedió en El Layón, un nuevo punto de avituallamiento y de agrupamiento.
Llegado aquí, no sólo aprovecho para comer y recomponer sales con las bebidas sino que también tiro de "ungüento" diclofenaco para adaptar la musculatura pernil a las nuevas demandas del terreno.
Avituallamiento de Las Menas
Concluido el tiempo de "reposo", el grupo se pone de nuevo en marcha sin misericordia alguna. En muy poco tiempo el grupo se fractura en mil pedazos. La interminable pista forestal en constante y sinuoso ascenso ofrece una visión similar a una procesión de semana santa.
La curiosidad de la noche, pasadas las 2 de la madrugada, la proporcionó un grupo de tres ciclistas que a lomo de sus ciclas habían elegido el mismo rumbo que nosotros.
¿A las 2.30 subiendo por esta pista forestal? ¿Adónde van? 
Estos, sin lugar a dudas, no debían estar muy cuerdos a pesar de que tuvieron palabras de ánimo hacia nosotros los "endemoniados".
Y entre pitos y flautas, sin dar crédito a lo que veíamos, al cabo de algo más de 28 kms. nos topamos con el tercer avituallamiento: el cortijo del Conde.
¡Ahora me explico porqué la organización no había previsto ningún reagrupamiento aquí!
La temperatura nocturna en este paraje, en torno a los 1800 metros de altitud, no debía superar los 15º. 
Parada del tiempo imprescindible para reponer fuerzas e hidratarse con isotónica.
Coincidiendo con nuestra llegada se produce la diáspora del grupo cabecero de tal modo que a partir de aquí, cada cual a su bola.
Nosotros, en trío conformado junto a Ginés Miras y Gonzalo Piñero, emprendemos la segunda y para mí peor parte del recorrido.
La ascensión al paraje del Calar Alto se realiza por un camino maltrecho e "infernal" de más de 500 metros con pendiente que superaron el 32% en varias ocasiones.
Lo extraordinario de esta ascensión vendría después mientras transitábamos por el cortafuegos: a la derecha, las emergentes y resplandecientes cúpulas blancas de los radiotelescopios del observatorio astronómico; sobre nuestras cabezas, un espectacular cielo estrellado acompañado de una radiante luna en fase menguante.
¡Fuera la luz del frontal y a caminar bajo la luz de las estrellas!
Coronada la cima de la ruta -2122 metros, iniciamos el largo, tendido y para mí mortificante descenso.
Mis rodillas comienzan a mostrar signos de fatiga.
Situación que comienza a ser más evidente a partir del km. 34.5 coincidiendo con la encrucijada nocturna de carreteras.

Encrucijada nocturna serrana

La incertidumbre nocturna se nos generó a la hora de localizar el cuarto punto de avituallamiento.
Tanto Ginés como Gonzalo que ya habían participado en la anterior edición llegaron a pensar que habíamos errado en el trayecto toda vez que se había rebasado el lugar donde el año pasado estaba ubicado el avituallamiento y este año no aparecía por ningún sitio.
Sólo la presencia de mensajes "enyesados" en el camino dándonos "ánimo" e informándonos de que "Sin dolor no hay gloria", las balizas que íbamos vislumbrando y alguna que otra tenue luz que se divisaba en el inescrutable horizonte nos difuminaba la incertidumbre. 
Mensaje de aliento: sin dolor no hay gloria

Al fin, tras 42 kms., como dos almas en pena aguardando nuestra llegada, logramos descubrir las dos luces de las responsables del control de paso.
Íbamos por el buen camino y el anhelado avituallamiento estaba allí. Reposición final de fuerzas y encaramos la última decena de kilómetros en descenso pronunciado.
Para mí, aquí estaba el anunciado "infierno".
La endeble situación de mi rodilla izquierda no me permitía ninguna alegría más.
Cambio de luminaria para tener mayor visibilidad de las dificultades del camino. Desciendo como puedo. Arrastrando el pie, en zigzag... No quiero castigar más la rodilla por temor a rotura muscular.
Ginés y Gonzalo optan por concluir el camino conmigo insuflándome ánimo y escoltando mi deambular.
Sin ellos, no hubiera acabado la ruta en las 12 horas de reloj corrido y probablemente no hubiera acabado el reto.
Gracias Ginés. Gracias Gonzalo. Vuestro gesto bien merece su reconocimiento.

Llegada a la vuelta de la esquina

Y si no había tenido suficiente sufrimiento con la aproximación montañera a Bacares, aún me quedaba el epílogo: la caída en picado hacia la plaza.
Más de media hora para hacer el último km. entre almendros, senda, sangradores para el agua y calles empedradas y, no podía ser de otro modo, empinadas.
Satisfacción matutina: Infierno superado
Al final, la recompensa a tanto esfuerzo, sacrificio y dolor con una entrada gloriosa entre tambores y aplausos de los madrugadores vecinos y de los andarines que nos habían precedido en meta y todo ello rematado en feliz armonía y hermandad con un desayuno morcillero de la tierra.
Reponiendo fuerzas
Ha merecido la pena pasar toda una santa noche en vela y prometo que en la próxima edición volveré "endemoniado" a Bacares.