sábado, 16 de enero de 2010

Una semana en paro dactilográfico

Efectivamente, cuestiones de orden técnico me han obligado a pasar casi una semana en paro dactilográfico.
El pasado sábado, después de haber descargado las fotos y los vídeos, por arte de birlibirloque, el ordenador dejó de "respirar".
Fueron vanos mis intentos por devolverlo a la vida. Así pues, el lunes, creyendo que el desastre podría haber sido obra de algún malicioso y maintencionado virus, lo llevé al servicio técnico.
No había modo de descubrir el misterio de tan repentino apagón. Al cabo de dos días, se descubre el problema: La memoria RAM había cascado.
Aprovecho la ocasión para sustituirla por otra: 2 GB. 
Y se obró el milagro de la resurrección.
Como quiera que como dice la sabiduría popular "agua pasada no mueve molino" haré una "sucinta" referencia a la actividad del pasado fin de semana.

Sábado, 9:  frío y viento para regalar

No está el horno para bollos. 
Decidimos realizar una ruta aprovechando las bondades de la orografía.Objetivo: ocultarse todo lo posible para evitar que el dichoso elemento nos castigara más de la cuenta. Y la verdad es que, excepto en el tramo final del recorrido, pasó casi desapercibido.

Tomamos rumbo al Centro Hípico para desde allí bajar hasta Guazamara y coger la rambla de Las Gachas para llegar a El Largo y Grima. 
Al llegar al chalet ubicado en la cima del camino de Grima hacia Terreros tomamos la variante que nos conduce a la rambla de Pozo Esparto -este tramo es desconocido para Pepe Cabrerizo y Paco Pérez.
Bajamos rambla abajo y... nueva variante con giro repentino a la derecha. Todo el mundo pie a tierra para salvar los primeros 50 metros de la cuesta.
A partir de aquí, nuevo tramo empinado, desconocido para unos cuantos mteberos y lo más apasionante, las veredas y trialeras por las que tuvimos que bajar antes de desandar las rodadas que nos devolvían de nuevo a la rambla de Pozo Esparto para seguir bajando hasta el enlace con el camino de Grima.
Abandonamos la rambla y emprendimos el camino que nos llevaría al campo de golf de Mundo Aguilón.
En este tramo, Juan Antonio Cano, encuentra la bomba que Patricio había perdido la semana anterior. 
¿Has visto? ¡Ya te avisé yo de que por esta zona no pasaba nadie!
Atravesamos el complejo de Mundo Aguilón, descubrimos unos cuantos golfistas dándole palos a las bolas y prácticamente, después de algunos miles de pedaladas y con el esfuerzo necesario coronamos la temida Cuesta del Capitán.
Si el último kilómetro de cuesta se nos atragantó con el viento de cara qué decir del tránsito cuesta abajo por la cañada.
¡Era increible!  Ni dándole a los pedales se avanzaba.


Domingo, 10, mucho más frío 
Temiéndonos lo peor cambiamos la hora habitual de salida. Esta vez a las 10 de la mañana, aunque al final por un problema en la rueda trasera de Diego José "gato" se nos hicieron las tantas para iniciar la ruta.
¡Madre mía, qué frío! Era la segunda vez que yo veía el agua de los charcos congelada! ¡Qué sensación más extraña produce romper la frágil y gélida cubierta al circular sobre ella!
Se sale sin rumbo determinado aunque muy pronto se apuesta por hacer Sierra Almagrera y les propongo hacerlo por el barranco El Jaroso, ver los vestigios mineros -entre ellos la  máquina de vapor, una antiquísima joya industrial, y seguir ascendiendo hasta la cima de la sierra, el pico Tenerife, para desde allí cambiando de vertiente dirigirnos hasta el privilegiado enclave donde se ubica el torreón.
En el tránsito, a más de 350 metros de altitud, descubrimos una charca totalmente helada. ¡La de frío que ha debido hacer esta noche!
Llegamos al torreón. Tiempo de fotos y de éxtasis paisajística. A nuestros pies, el mar; a nuestras espaldas, sierras y más sierras. 

¡Qué perspectivas! El dominio de la inmensidad a vista de pájaro.
El descenso hacia Los Lobos, a pesar del mal estado del camino, se hace en un pis pas y desde aquí hasta Pulpí toca desandar las rodadas matinales.
¡Cómo ha cambiado el día! Comienza a sobrarnos ropa.

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